El amor es para los valientes
– Nico, tenemos que hablar. De hombre a hombre.
– Claro Pablo, cómo no; cuéntame, tío. [Atención, lectores, Pablo tiene ocho años]
– Es que me da un poco de vergüenza.
– No hombre, tú tranquilo que no nos escucha nadie.
– Tienes que ayudarme. Te voy a contar una cosa, pero no puedes reírte, ¿eh? Allá voy: Hoy Ana, después de comer, me ha dicho que creía que a Isabel Jiménez la de su clase yo le gustaba un poco y…
[Y me lo cuenta todo de un tirón, sin respirar, atropellado, con la mirada baja clavada en la punta de la zapatilla. Yo carraspeo, intentando mantener la compostura y no sonreír, y descubro que estoy hasta nervioso porque este es uno de los momentos más importantes de la pequeña vida de mi sobrino]
– Pablo, eso es muy bonito. ¿Tú que le has dicho?
– Nico, yo… yo he ‘pasao’. Bueno, hice como si pasara.
– ¡Pero bueno Pablo!
– Ya, Nico. Es que me he puesto nervioso. Mi hermana es tonta. Creo que no voy a hablar a Isabel nunca más. Es mejor así.
– Ay Pablo que a ti te gusta…
– No.
– Si.
– No.
– Si.
– Vale, un poco.
– Y entonces, ¿por qué no quieres volver a hablarla?
– No sé Nico. Ahora no voy a saber que decirle nunca más.
– ¿Cómo?
– Claro, porque lo mismo estoy enamorado, o siento eso del amor. Tú dices siempre que son cosas diferentes, pero a mí me parece lo mismo, y no sé si voy a saber enamorarme porque soy muy pequeño para esos líos del amor y tal…
– Bueno Pablo, puede que estés enamorado, pero para eso vas a necesitar tiempo, y te vas a dar cuenta tú solo. Déjalo fluir, y si es que sí, tal vez del enamoramiento un día pases al amor, con los años, y eso es maravilloso porque te hace sentir invencible, y, ¿sabes? el amor lo puede todo. El amor es un torbellino que va más allá de la lógica, y es lo que verdaderamente mueve el mundo y nos salva del abismo y de nuestro propio yo, Pablo. Es lo que da sentido a todo y lo que nos permite continuar en la vida. El amor te agita, te agarra fuerte, te acerca al precipicio y te da toda la fuerza del mundo para creer que todo puede suceder. Y te cambia por completo, y te hace ser un loco, un payaso, un torpe vulnerable, un inmaduro… porque te hace soltar las riendas de `lo que se supone qué´.
Si es de verdad, te sucederá por primera y última vez. Así de radical. El resto de las historias que puedas llegar a vivir serán sucedáneos -intensísimas muchas, seguramente bonitas cuando acabe el Tsunami y puedas verlas con perspectiva, pero simulacros, al fin y al cabo-. Retazos de vida que se disfrazarán de amor pero que se quedarán en enamoramientos, en tonteos necesarios para sentirse vivo, en compañeros de viaje si acaso. Tal vez, en alguna remota ocasión, el amor te tocará dos veces y ahí serás afortunado, pero el resto serán todos capítulos inconclusos más o menos emocionantes más o menos apasionados, -da igual cómo acaben, créeme- que te prepararán para lo que de verdad será, o que te alertarán de que estás perdiendo algo importantísimo y debes recuperarlo por todos los medios pase lo que pase. Esta clase de certezas…
Y no creas a quienes que dicen que el amor duele, Pablo. No es así. El amor no duele. Duele la decepción, el desengaño, el vacío y la herida que deja una traición, un silencio o una ausencia que no tiene explicación, porque deja señal para siempre. El daño, eso es lo que duele fuerte. Pero eso no es amor de verdad. El amor nos cura, nos salva, porque nos devuelve la fe. El amor, Pablo, el verdadero amor es para los valientes, para los que no tienen miedo y se entregan sin reservas, para los que se descubren y ven el mundo a través de los ojos del otro, para los que se dan y sólo esperan que el otro haga lo mismo, sin reservas. Para los que construyen, los que crecen juntos, independientes y libres, pero a la vez. Mirándose a los ojos. Sabiéndose refugio. Porque nadie, Pablo, nadie se salva solo.
Así que toma veinte euros y llévate a Isabel a dar un paseo y a merendar a casa de Tita, que hoy es San Valentín. Y ya veremos qué pasa después.
El amor te agita,
te agarra fuerte,
te acerca al precipicio
y te da toda la fuerza del mundo
para creer que todo puede suceder
El amor no duele. Duele la decepción, el desengaño, el vacío y la herida que deja una traición, un silencio,o una ausencia que no tiene explicación,porque deja señal para siempre.
El daño, eso es lo que duele fuerte.
Pero eso no es amor de verdad.
El amor nos salva.
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